Noemí Suriol, Directora método Lenoarmi de educación física integral
El agua es vida y nos acompaña en nuestro viaje por la vida desde el primer suspiro, Antes de nacer, el bebé ya ha sentido el abrazo cálido del agua en el vientre materno. Durante nueve meses, este medio líquido ha sido su refugio, su conexión con la madre y con el entorno, su primer lenguaje. Y aunque no somos del todo conscientes, este vínculo no desaparece cuando nacemos: el agua sigue siendo un canal profundo y poderoso para el desarrollo.
En la educación infantil, hemos reducido el agua a un mero acto de higiene o a una habilidad de supervivencia como la natación, y más adelante como un deporte. Pero en realidad, el agua tiene el potencial de ser mucho más: es un vehículo para el amor, la confianza y la seguridad. Imagina un entorno donde el niño crece aprendiendo dos idiomas: el de la tierra, donde da sus primeros pasos, y el del agua, donde aprende a fluir y moverse. En Lenoarmi, esto no es una simple metáfora, es una realidad. Como dice leonardo da Vinci “el agua es el vehículo de la naturaleza”.
Educar desde el agua no es solo una técnica, es un arte. Un arte que invita a los niños a sumergirse en un entorno que les brinda lo más valioso: la libertad de moverse, de explorar y de conquistar su autonomía, a pesar de la dificultad que representa este medio. En el agua, las emociones fluyen como las olas, mientras la confianza emerge como una burbuja: delicada, permitiendo que los pequeños alcancen su independencia de manera natural, serena y segura.
Para llegar a este punto, el niño necesita un adulto que lo acompañe con delicadeza y amor, transmitiéndole seguridad. No basta con sumergir al niño en el agua; solo un adulto preparado puede convertir el agua en un espacio educativo donde el niño se sienta amado y capaz de explorar sin temores.
El agua nos invita a reflexionar sobre la calidad de nuestra comunicación. ¿Te has dado cuenta de que cuando tu hijo está en el agua, el tiempo parece detenerse? En esos momentos, los relojes se paran y solo queda una opción: estar presente, completamente. No hay margen para distracciones, ni un segundo de descuido, porque incluso una pequeña cantidad de agua puede convertirse en un riesgo. El teléfono queda a un lado, las conversaciones con otros desaparecen, y te sumerges en ese instante junto a tu hijo, en plena conexión. Recuerda que en cada baño tienes la oportunidad de hacer que tu hijo se sienta amado
El agua es una maestra silenciosa que te enseña a estar presente y a mejorar la calidad de tu comunicación. Cuando compartes esos momentos con tu hijo, le hablas con todo tu ser. Lo contemplas, y él se siente único; a través de tu tacto, le transmites que es amado; con tu mirada, lo haces sentirse importante; y con tus palabras, le das la seguridad de que está acompañado y comprendido. Tu presencia en el juego lo invita a explorar, a aprender con confianza, mientras la preparación del baño y los objetos que eligen juntos despiertan en él un sentimiento profundo de pertenencia. “Soy importante para mamá,” así se siente, mientras su corazón se llena de seguridad y amor.
El agua es una herramienta poderosa que nutre el desarrollo físico y emocional de los más pequeños. Es el medio perfecto para acompañar su crecimiento desde el respeto, el cariño y la intuición. Porque, en el fondo, el agua es como la vida misma: flexible, envolvente y siempre en movimiento. Y al educar a través de ella, les regalamos a nuestros hijos la posibilidad de crecer con un profundo sentido de armonía y bienestar.
En Lenoarmi, entendemos que moverse en el agua representa un desafío completamente diferente para los más pequeños. A diferencia de la tierra, donde el niño puede apoyarse firmemente y sentir la fuerza de la gravedad, en el agua estos referentes fundamentales desaparecen. De repente, se encuentra en un medio donde no puede sentir el suelo bajo sus pies, y el control de su cuerpo se vuelve más complejo. Esta nueva percepción aumenta significativamente la dificultad de moverse.
Cuando el niño no puede tocar fondo, su seguridad y éxito dependen por completo del adulto que lo acompaña. Es por ello por lo que la formación del adulto es crucial. Un educador preparado no solo sabe cómo proteger al niño, sino que también fomenta su movimiento natural en este entorno desafiante. Aprender a moverse en un medio líquido no solo refuerza la destreza y el equilibrio del niño, sino que también mejora su coordinación y tono muscular. Cada pequeño logro en el agua lo hace sentir más capaz, reforzando su autoestima.
Sin embargo, la conquista de la autonomía y la independencia en el agua no es solo un reto para el niño, sino también para el adulto que acompaña. El éxito de esta conquista radica en que el niño lo logre desde la alegría, pero también con una clara comprensión de la realidad del agua. Con un buen educador, el niño aprenderá a moverse en el agua de manera prudente, desarrollando la capacidad de distinguir entre la fantasía del agua, que puede sentirse mágica y envolvente, y la realidad de un medio que, si bien es enriquecedor, también puede ser aterrador.
Es aquí donde el enfoque de Lenoarmi cobra su mayor relevancia: educar desde el agua no es simplemente una actividad lúdica, sino una herramienta pedagógica que fomenta el desarrollo integral del niño. Un niño que aprende a moverse en el agua está también aprendiendo a enfrentarse a desafíos, a ser consciente de sus capacidades y a reconocer sus propios límites. Y todo esto ocurre bajo la mirada y el acompañamiento de un adulto que no solo lo cuida, sino que lo guía hacia la independencia, la seguridad y el disfrute.